martes, 28 de julio de 2009

Bibliografía








Memorias Heterodoxas del Abad Chrysauguedes de Sínope
Portada del libro

Dividido en tres partes: “Yo, Yhaveh, tu Dios”, “Yo, Jesús” y “La gloriosa evangelización apostólica” es un libro destinado al creyente cristiano, hebreo o musulmán ¾tienen en común el mismo Dios y una historia, en parte, compartida¾, sin que en nada contradiga ni desdiga sus fuentes ortodoxas, por un lado la Biblioteca de Autores Cristianos; por otro las “memorias”que dejó escritas el primer obispo de Babilonia Abdías, consagrado por el apóstol Pedro. El obispo Abdías las redactó en arameo, del arameo fueron vertidas al griego y del griego a la lengua latina por Julio Romano. El autor ha traducido del latín al castellano la versión de Julio Romano, que se recoge en la tercera parte. Muy amenas las tres secciones, divertidas en no pocos pasajes y sumamente interesantes para quienes deseen conocer cómo nos ha llegado una imagen de Dios y una difusión del evangelio muy diferentes de las que han transmitido los textos sagrados ortodoxos.
Corrió como la pólvora la terrible noticia y todo el pueblo se amotinó enfurecido, provisto de teas incendiarias y garrotes. A toda prisa se entremezclaron con la gente los presbíteros, los diáconos, los clérigos, junto con los discípulos de Mateo, recelosos de que la muchedumbre se tomara la justicia por su mano: `¡Hermanos, hermanos! -gritaban-. ¡Recordad `el no matarás` de Nuestro Señor! El pegó a Malco la oreja que le había cortado vengativamente el apóstol Pedro. Es malo matar. Celebremos el martirio de Mateo con gozo. Construídle una iglesia y el dinero sobrante repartidlo entre los pobres.` Todo el dinero lo puso Ephigenia, pues era la que más agradecida estaba al bienaventurado mártir. En medio de la refriega, Hyrtaco no estaba por quedarse sin Ephigenia. Así es que se propuso sacarla a viva fuerza del claustro y, si no conseguía llevársela, pegarle fuego al convento con todas sus santas moradoras dentro. No contó que Mateo le pararía los pies en ambas tentativas siniestras. En efecto: aun después de muerto, le presentó su última batalla. Se aproximaba Hyrtaco con sus esbirros, dispuesto a convertir el monasterio en un montón de cenizas humeantes, y les salen al paso Mateo y un ángel por compaña. No se arredran aquéllos y lanzan sus teas. Pero las llamas giran de pronto en dirección contraria volando hacia el palacio del temerario caudillo. Arde el edificio por los cuatro costados. A duras penas su propio hijo pudo sacudirse las fogaradas que le perseguían. A los dos castigó severamente Dios: al niño metiéndole en el cuerpo un demonio; al padre con la terrible pestilencia de la lepra . Hyparco desenvainó la espada y se la clavó por el estómago, es decir, por el punto contrario de la herida mortal de Mateo. Un hermano de Ephigenia subió al trono y le sucedieron muchos reyes que mantuvieron la paz con los romanos. Por medio de Ephigenia se abarrotó de cristianos Etiopía hasta el día de hoy.



CÓRDOBA DE EXCELSAS TORRES CORONADA
Portada del Libro Córdoba de Excelsas Torres Coronada






El protagonista de este libro, Lázaro de Tordesillas, escoge la sierra de Córdoba para retirarse del mundo; pero las amistades que ha adquirido previamente le apartan de su proyecto de vida solitaria y se enfrasca de lleno en la vida de la ciudad y de sus habitantes exponiendo aquellos sucesos en los que ha intervenido activamente o bien como espectador. A lo largo de sus páginas aparecen personajes identificables algunos, otros no tanto; pero todos nos trasladan a una Córdoba en nada parecida a la de hoy, pero en todo extraordinariamente ingenua y simplona. Personajes como Mananas, Rafaelito el de las Búas o el poderosísimo Crátiston, consiguen hacernos sonreír amablemente.



Aventuras Póstumas de Lázaro de Tordesillas
Sinopsis
Portada del libro





Junto con su 2ª parte; CÓRDOBA DE EXCELSAS TORRES CORONADA ambos libros se escribieron a continuación el uno del otro con la intención de abrir como una especie de portada digna a la vecina y gloriosa conmemoración del IV CENTENARIO DE LA PUBLICACIÓN DEL QUIJOTE.
Había, pues, que arropar su narración en un lenguaje que hiciera posible pensar que aún la lengua de Cervantes conservaba parte de su belleza y que el tiempo no la había desmejorado demasiado. Su publicación fue una contribución del autor a los actos que la koiné o comunidad cultural ofrecía en el ornato de esta gloriosa efemérides.
En el primer libro, después de contar su protagonista parte de su vida y milagros en la Corte, decide retirarse a la vida retirada y escoge la sierra de Córdoba, adonde la traslada la Segunda Parte y en donde también destaca por ser un atento observador de la vida de la ciudad andaluza, que narra a través de curiosas hechos de que fue testigo.

CAPÍTULO II De cómo conozco a Candelaria Virtudes y de las maravillas que me contó a la vuelta de Córdoba, adonde iba ella a que le ajustaran la golilla por garduña de iglesias y alcahueta a la sordina; y yo a retirarme en la sierra para morir al mundo Había llegado a Almodóvar del Río y, como traía lastimadas las piernas y harto zarandeado el cuerpo del largo camino, me senté a los pies del humilladero que a la entrada del pueblo se alza, bajo la rocosa cima en que se asienta el airoso castillo; y allí mismo, sin entrar en el lugar, propúseme hacer noche a la caída de la tarde; por lo que preparé las alforjas por cabecera y la manta por jergón. Así es que, ya anochecido, puesto de rodillas a los pies del crucifijo, dirigíle miradas empañadas de lágrimas, encomendándole mi sueño y mi descanso. Pero ¡guarte, no sea nabo! ¿pues no le falta a Cristo Nuestro Señor un brazo y una pierna?¾exclamé, una vez que examiné de arriba abajo la imagen¾. ¡Por el cuerpo de Dios, que asustéme de la vista; pues sin duda visión era de espantable maleficio! Valiéndome de las armas del conejo ¾suele decirse éste “De aquí huí, que aquí mor픾, levantéme de un salto, doblé el petate y, echándomelo al hombro, bajé como llevado del diablo, hasta alcanzar una calle que llaman Rosario los vecinos; y en ella, molido como me hallaba de los huesos, apenas hube confiado mis asendereados zancarrones al jergón, dormí de una tacada como una marmota. Pero no bien empezaba a clarear la mañana, despiértame un perro a los pies de la yacija, con ladridos tan grandes que pelábanme las barbas . Detrás de él un hombre aparejaba las mulas a la lanza de un carro de camino y, en viéndome que se me había bajado la sangre a los zancajos, sacóme a paz y a salvo del perro: ¾ Ora sus, señor fraile, perro duendo es, que ladra sólo de talanquera . Y lávese en aquella fuente, que bien parece haber dormido a sueño suelto, sin embargo de haber hecho la rosca del galgo sobre la hienda de mis mulas. Calificado servicio recibí del aviso, al verme, en efecto, desde cintura abajo zarrioso de bascosidades e inmundicias; y, ¾como la aseada de Burguillos , que lavaba los huevos y escupía en la sartén¾, fuíme en derechura a la fuente indicada, zarrapastrando las churres propias y las ajenas por los cintajos desatados de los calzones. Me escamondé, pues, de cabeza y ropas, volvíme al del carro y, pagándome de persona aseada y limpia, puse un pizco de almástiga en la estregadera, con la que empecé delante de él a refregarme la dentadura con grandes aspavientos de cabeza de un lado a otro, ora echándome al coleto sorbos del enjuagadientes que llevaba en un vaso, ora entreverándolos de un moflete a otro; y, después de gorgoritear como chantre en boda, expulsaba el contenido, con muchas excusas de cortesías. Absortábase el buen hombre, como me viera en aseos de barbilindo recién salido de la cama. ¾ Vive su reverencia tan ricamente como Dios, ¿pues qué, si no, esa sutil invención de que usa, para aliviar la boca de runrunes y acribaduras, como de haberse desayunado esta mañana cordero esparragado? Nunca embelecos tales hemos visto por acá abajo. ¾ ¡Válgate que te valga, señor carretero! ¿Y cómo acá pobretean de carta de examen vuestros convecinos barberos? ¡Vaya el diablo por ruin, si no les acaluñara de grandes mentecatos! No bien acaban de desbarbar con la navaja a sus parroquianos y tiénese vuestra merced a todos los barberos del mundo festejándoles con unas palmadas en los carrillos por suavizarles la piel. Despídenles tan luego con un ¡Adiós que os guarde y os crezca el ojo! Modernícense y ande provisto su fardel no ya de los trebejos del oficio, mas también de una crema que, siendo de modesta cuna ¾pues nace a orillas de los riatillos¾, masajean al Rey con ella los ayudas de cámara antes de sus almuerzos.

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