miércoles, 29 de julio de 2009

Abril de 2006 Don Alfonso Igualada

Presidente del Patronato Municipal de Deportes

Me agradaría reflejar en este escrito más elogios que censuras, pues éstas siempre dejan mal gusto en quien las formula y a quienes las reciben suelen indigestárseles. Pero usted, al ingresar en la burocracia asalariada de la política, ha asumido el compromiso de atender aquellas sugerencias, opiniones y juicios de la ciudadanía, que afectan al desempeño de la actividad pública, sean de adhesión o de censura. Así, pues, le considero en posesión de la caballerosidad que presumo de su distinguida educación profesional, para que no me tome a mal que regrese a un asunto desagradable, ya expuesto a su interés hace algún tiempo, y que ahora recobro, porque tiene concomitancias con el que le comento a continuación, bajo el epígrafe SAUNAS MUNICIPALES.

¿Quién se atrevería a dudar que el Presidente de un Patronato de Deportes desconoce lo que es una sauna? Don Alfonso Igualada lo sabe más que nadie, porque se supone que ha debido de pagar los muchos dineros que han costado construir las tres existentes en la Ciudad. Pero aquello en lo que de don Alfonso habría que sugerir que anda más despistado que un pulpo en un garaje concierne a cómo se administran los dineros públicos.

Me explicaré y verá que hay motivos. POLIDEPORTIVO MUNICIPAL CALLE ALCALDE SANZ NOGUER: SERVICIO SAUNA. ¡Un día de finales del 2005, como todos los domingos de todos los no escasos años de mi vida, fuí a la susodicha sauna y me la encuentro derribada! Había usted ordenado no dejar un ladrillo en pie. Mas ¡ah, desgraciado de mí, que voy al río y me encuentro el cauce vacío! ¡Hombre de Dios!, ¿cómo es que se le olvida que una familia no muy sobrada de cuartos, en metiéndose en fregados de albañiles, previene el dinero para tales empeños como primerísima providencia? ¡Si esa sapientísima lección está en el catón de todo el mundo! ¡Buenas son gordas, don Alfonso! A los saunistas del “Polideportivo Alcalde Sanz Noguer” nos dio usted en los ojos! ¡Que no le tomen residencia por ese desliz, cuando deje usted la política!

A mí me runrunea en la cabeza que al señor edil de la cosa deportiva le viene ésta muy ancha de talla. Tengo mis razones en dicha aprensión e igualmente se las debo ofrecer con todos los respetos que a usted se le deben. En cuanto a saunas, por ejemplo, da la impresión de que en su departamento se atan moscas por el rabo. La del Polideportivo de Vista Alegre no sale en la página de los sucesos, porque Dios está al quite. No le digo más de ella, pues ya le puse al corriente en su momento. La del sector de hipermercado CARREFOUR causa estupor. Parece como si su diseñador la hubiera proyectado sólo para una persona. En el caso de que le diera a otra por entrar simultáneamente, ocurriría que ambas habrían de disputarse por turnos la banqueta de relax. Está la muy mezquina cortada a la medida de unas posaderas discretitas de carnes, sólo unas; no dos, que se provocaría en sus dueños inquietantes desazones.¿Cómo es que nadie, estando tan ceñido y apretujado dentro de una saunita tan liliputiense, se ha preguntado si no sería más amplia echando abajo el tabique que la separa de la sauna de señoras, que está pegada a su lado, tan minúscula como la otra, y formar una sola con ambas? Caballeros, por la mañana; Señoras, por la tarde. O viceversa, ¿qué le parece una sauna mixta? En tiempos de Franco y del Cardenal Plá y Daniel la había nada menos que en la Universidad Laboral, dirigida por severos eclesiásticos, y no se cometían en el interior de su tenebroso recinto adulterios ni promiscuas camaraderías.

Concluyo, señor, aludiendo a otros cometidos vinculados a su cartera municipal: los estadios deportivos.¿Se ha enterado que todos los domingos se hallan desiertos, vacíos, tristes, sepultados bajo un inmenso silencio estremecedor? La gloriosa juventud de los institutos, de los colegios, de las aulas universitarias sus destinatarios, duerme a pierna suelta la borrachera del botellón sabático. No previó el Excelentísimo Ayuntamiento dicho fenómeno, a pesar de que se veía venir el chaparrón, cuando empezaron a concederse como rosquillas y con reprensible ligereza licencias de apertura a trochemoche de pubs, unos en frente de los otros y todos concentrados en el mismo lugar, que ya es grande insensatez. ¡No hubo quien se percatara de que se estaba fomentando la ingesta de alcohol, la barra libre, la jeringuilla, la navaja en la faltriquera y creándose a lo largo de la calle Julio Pellicer un Chinatown en toda regla con necrologías criminales y palizas mafiosas. ¡Muy ciegos se había de estar para no adivinar el problemón que se nos venía encima! Pero no quiero alargarme en ese tema, aunque debería usted girar una vista a media mañana por los estadios abiertos en la zona oeste de la Ciudad y los contemplará en una orfandad desoladora. Bullentes querríamos verlos de una juventud ambiciosa de vigor, salud y fortaleza física. Esos yermos descampados que están bajo su dirección me recuerdan los tristes lamentos de Rodrigo Caro: “Estos, Fabio, ¡ay, dolor! que ves ahora , campos de soledad, triste collado, fueron un tiempo Itálica famosa....¡Paradoja cruel!

Con mis respetuosos saludos

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